15.6.06

Juan Domingo: las aventuras de un perro con suerte

Juan Domingo Zapata Ysusi caminaba por tizapán un día de hace varios meses alrededor de la una de la tarde. De pronto, alcanzó a distinguir a lo lejos a quien se convertiría en la portadora de su buena fortuna. Ella regresaba de la universidad, un tanto cansada y acalorada, sabiendo que de toparse con el can que se aproximaba, no podría dejarlo ir a pesar de que su porvenir se adivinaba bastante ajetreado. El destino de ambos era inevitable, cruzaron miradas y de inmediato lo supieron; sus vidas estarían unidas para siempre.

Juan Domingo siguió a la joven mujer hasta su casa, sin importarle los esfuerzos que ella hacía por evitarlo. Al estar frente a su puerta, ella se despidio; "mira, Juan, hoy no puedo recogerte. Tengo muchas, muchísimas cosas que hacer..." Pero él no escuchó (más tarde descubrimos que, en efecto, es sordo) y se escabulló entre sus piernas hasta aposentarse junto a la bicicleta. Aceptó agua, comida, pero no moverse. Crisis total.

La mujer tomó una decisión rápidamente (bueno, de hecho lo consultó con varias personas de su confianza, dos de ellas, irónicamente, estaban hospitalizadas); con una cadena condujo a JD hasta el coche y lo llevó al veterinario. Ahí lo bañaron, vacunaron, desparasitaron y cuidaron por unos días. Luego de eso, se fue a vivir con un alto y apusto muchacho al que nos referiremos con el desafiante apodo "El Oso".

Aunque en esa casa no podían tenerlo para siempre, después de varios meses de intensa búsqueda, Juan Domingo encontró un hogar definitivo. La afortunada nueva dueña se llama Celine. Ella ha decidido mantener su nombre, aunque modificado a "Jean Dimanche". Durante el tiempo que vivió en la misteriosa cueva de "El Oso", JD aprendió cantidad de cosas. Descubrió, por ejemplo, que disfruta enormemente las manzanas verdes, así como algunas variedades de pájaros urbanos. Se dio cuenta también que el perro de la casa de enfrente la cae bastante mal, por chiquito y peleonero. No debemos olvidar que JD, bajo riesgo de contradecir a la sabiduría popular, SÍ ladra y SÍ muerde. Fuerte. Y más a perritos como el tuercas.

Lo que se avecina en la vida de Juan no puede saberse. Lo que sí se sabe es que muchos de nosotros quisiéramos tener, aunque sea por un día, la suerte que tuvo él esa tarde hace algunos meses.

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