16.10.07

6 meses

Me conduce a ella la redondez familiar de sus labios, mi mente desordenada y precisa, la sangre que fluye pesada por los canales de mi cuerpo. Aparece de noche, siempre cuando estoy sola. Se acerca susurrando historias de su infancia, cuentos de planetas formándose en otras galaxias, sangrientos mitos vikingos, fados taciturnos y lejanos. Por eso es la intrusa favorita de mis sueños, mi dolor más cierto.

Ya nadie me quita la tristeza, el desencanto, las horas melancólicas de los domingos sin ella. Las ramas de su ausencia me crecen por dentro, tercas y espinosas. Persiguen la luz. (No me sorprendería encontrar, alguna mañana soleada, un par de hojas verde claro entre las sábanas.)

Voy hacia ella como navega una embarcación a media tormenta, mi brújula en manos de algún monstruo marino. Como guía me queda su humor agridulce, el mal hábito del café en ayunas, la fascinación ante los laberintos del alma humana.

Mi madre y sus hechizos medievales, mi madre y sus largos collares, mi madre y su lenta despedida. Mi madre: cin
zano frío, guerrera cósmica, eterna flor de Jacaranda. Miro sus fotos / algo en mí sangra.

1 comentario:

Dushka dijo...

Bellisimo.

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