19.10.08

Lo que sigue siendo

Mi amigo Luis Fernando es, además de psicólogo, un gran contador de historias. Nunca se lo he dicho, pero hay pocas personas cuyas palabras disfrute más. Tienen un ritmo dulce pero certero, intenso pero amable, dolorosamente preciso. Sus letras saben a helado de limón en una mañana calurosa, a chocolate caliente en una tarde gris y a vino tinto en una cena romántica.
No suelo reproducir aquí posts de otras personas de manera íntegra, pero me parece que este texto lo amerita. Ojalá lo disfruten.

De las buenas noticias...
Habitualmente, las palabras recorren un caminito sencillo e inocente: oído-nervios-cerebro, y hasta ahora eso había funcionado bien. Ayer, tres de tus muchas palabras tomaron ruta propia; "Ya tengo 'moreliano'" dijiste. En nuestro lenguaje, el tuyo y mío, 'moreliano' significa alguien a quien querer.

Aterrizaron suaves al oído. Cuidaste el volumen, el tono, la intención; no dejaste detalle al azar. Respiraste en el momento justo en que había que hacerlo, cerraste los ojos y disparaste. Una voz después, tus tres palabras recorrían mi espalda hasta la punta del coxis; se alojaron ahí más de lo esperado, de lo deseable, y al final se disolvieron.

Creí que el problema terminaba sin muchas bajas, pero sucedió que justo en ese momento, una corriente que venía de la femoral pasaba por ahí, y arrastró, venas mediante, tus palabras de regreso a la caja torácica, lugar donde han estado intoxicándolo todo desde entonces.

El resto de la tarde, cuidaste quirúrgicamente cada palabra, sonrisa, parpadeo. Muy considerado de tu parte. Sé de cierto que es muy difícil y sumamente ingrato. Yo mismo lo hice cuando te enteré de la moreliana que ocupa muchas de mis sonrisas. Tu turno de equilibrar el tablero.

Esta obligación de desearte suerte es, a pesar de mí mismo, un placer. Me da gusto; aún tras la garganta anudada, lo cierto es que me da un gusto inmenso por ti. Mereces ser (más) amada por los que te tienen al alcance de la mano.

Habiendo inventado un lenguaje propio cargado no sólo de palabras, sino de gestos, pactos y silencios, incluso nuestro olor es una pista, y ayer que te vi supe que estabas contenta. Somos un matrimonio viejo, lleno de historias viejas y de costumbres viejas y de mañas viejas, y de un amor sabio, aunque al salir de casa nunca recuerde a dónde iba. Vive feliz, que de este lado las cosas siguen como hasta ahora. Sigues siendo todo lo que fuiste, y sé ser lo que te he sido siempre.

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